Siempre hay un final, buscado o sencillamente encontrado tan de improviso como inesperado, nada es eterno ni duradero, toda busqueda es finalmente recompensada si se hace con insistencia y peseverancia.
Ha de ser así. Al final del camino nos espera la satisfacción del esfuerzo realizado, y perpetuamente algo nos impulsa a seguir esa luz que siempre nos ha guiado pero que casi nunca nos damos cuenta de que está ahí, pero es verdad, ¡está ahí! señalandonos el camino que se nos ha trazado, o más bien que nosotros mismos de forma inconsciente hemos creado para nuestro propio bienestar.
No hay camino que no pueda recorrerse ni sendro que resulte impracticable, solo hay desánimo durante el recorrido que nos lleva a esa meta eternamente buscada para poder ser hallada.