sábado, 26 de abril de 2014

El libro de la vida

En el libro de la vida no hay nada que no podamos escribir, ni nada que nadie pueda leer, pues el corazón del hombre ha de estar abierto a todo aquel que quiera entrar en el para compartir el contenido de su existencia; es por ello que nada ha de dejarse en ese tintero oscuro del olvido, nada ha de dejarse de compartir, pues toda existencia y la experiencia que ella conlleva debería formar parte del patrimonio de nuestros seres queridos, sirviéndoles de faro y ayuda en todo aquello para lo que pudiera resultarles útiles para la mejor manera de sobrellevar la garganta que la. Ida en sí representa.
Queremos ser como los poetas que desnudan con su lenguaje rítmico y sonoro su propia alma para darla a conocer a todo aquel que quiera acercarse  a su mundo espiritual. Somos cómplices de ese   Tiempo que se recoge, que desarrolla lo eterno en el fondo de sus entrañas, no deseando nada mientras mi voluntad descansa, y se reclina en el regazo del mundo, de ese mundo donde también descansan las almas doloridas enfermas de querer sin esperanza alguna. Y en la noche que cae silenciosa y lentamente me creó estar despierto, me vuelve esa congoja de una espléndida visión que ya se ha derretido y que me deja por fin ser hombre y sólo hombre, para mirar con ojos de luz dulce como dos mellizos faros que nos regalan su primera mirada y a los que el alma se entrega sin recelar tropiezo alguno.