lunes, 24 de julio de 2017

La noche estrellada

Reflexiones de una noche estrellada por quien al contemplar la felicidad ajena le daña, pero no por envidia o egoísmo, sino más bien por la amargura del contraste que siente ante la visión de lo ajeno.
El amor es como esa trampa de la felicidad  que se aborrece y anhela al mismo tiempo, pero de la cual es imposible escapar sin haber sufrido sus envites, pues el corazón del hombre se hizo para ser roto, para perdonar a otros los pecados que no cometieron, intentando así redimirse y perdonarse a sí mismo sus propias faltas e imperfecciones, sus errores e imprudencias, pero lo que nos hiere verdaderamente es nuestra conciencia, que padece cuando la contradecimos y se muere cuando la traicionamos, sobre todo por amor, ya que cuando uno se siente amado no se duda de nada, pero cuando se ama de verdad se duda de todo, no conociendo el amor su propia profundidad hasta el momento de la separación.
Envejecemos, a veces tan solo físicamente mientras en otras ocasiones nos envejece el alma a mayor velocidad que el cuerpo, si bien un hombre tiene la edad de la mujer a la que ama, aunque perdemos la capacidad de soñar y soñamos con los sueños que ya tuvimos y nunca logramos alcanzar, dejándonos el corazón vacío, y ya se sabe que cuanto más vacío está un corazón tanto más pesa.
Pero la vejez comienza cuando los recuerdos pesan más que las esperanzas, más si uno quiere llegar a viejo ha de vivir como tal, pues envejecer es el único medio de vivir mucho tiempo, y solo los que no esperan nada del azar son dueños de su propio destino, y aunque dicen que soledad y vejez son buenas compañeras, en ocasiones la soledad solo es hermosa cuando se tiene a alguien a quien contárselo.
Cuantas veces pienso en que salgo de casa cansado de mí mismo y vuelvo cansado de los demás, pierdo escuchándolos una hora que estaré buscándola todo el día, y si hablo mucho de mí es porque soy el hombre que tengo más a mano, siendo en muchas ocasiones preciso reconocer que más vale ser un hombre insatisfecho que un cerdo feliz, más si me siento solo y no hay nadie en el espejo pienso en esa carta de amor que se comienza sin saber lo que se va a decir y se termina sin saber lo que se ha dicho. Así es la vida en realidad, un cúmulo de despropósitos donde solo aquel que se contenta con nada lo posee todo en realidad, y si queremos ser viejos mucho tiempo procuremos hacernos viejos más pronto que tarde.