Hay veces en las que uno se encuentra sumido en la más negra oscuridad de la que apenas concibe el menor atisbo de salida, y lo peor de todo ¡que uno no sabe el porqué de esta situación!. Más también concibe con cierta esperanza pequeños rayos de luz que nos intenta guiar por caminos que tenemos ante nuestras propias narices pero que no acabamos de ver, cegados por nuestras propias dudas y desencantos. Esperamos y esperamos. Pero la espera es el engaño del cobarde, ya la acción es el arma del valiente que afronta ese presente para alejarse del pasado tan denostado como ajeno queremos que nos sea ya.
¡Hay de nosotros que no somos conscientes de nuestro propio poder y valía! Cuantas veces nos infravaloramos en el día a día y dejamos pasar tantos trenes de vida y esperanza que nos hubieran colmado de felicidad o al menos nos hubiesen llenado el profundo pozo de la tristeza y el desengaño. Colmemos pues de esperanza nuestra propia senda, por la cual nada ni nadie nos indicará nuestro camino a seguir; ha de ser decisión nuestra y solo nuestra, así nunca podremos evadirnos de nuestros aciertos o errores y no echaremos la culpa de nuestro infortunio a nada ni nadie.
Que se abra de una vez por todas la ventana de la esperanza y de los anhelos, que no sufra más nuestro cansado y aterrado corazón, que aún le queda mucho por vivir, disfrutar y también, por que no, soñar con un mundo mejor, colmado de felicidad y de esperanza.