miércoles, 10 de febrero de 2010

El anciano duende











Como el anciano duende que tras su dura jornada haciendo de las suyas, pues para eso es un duende, se reclina en su gastado sillón con la vieja pipa entre las ya temblorosas manos, así me encuentro la mayor parte de mis noches, reflexionando sobre todo lo acontecido en el transcurso del día, desalentado por las incoherencias de la propia existencia y de los seres con los que día a día te tienes que enfrentar. ¡pero que diferencia con mi amigo el duendecillo! a el nadie le ve, pasa totalmente desapercibido mientras él así lo quiere, observando el mundo de los humanos y riéndose de su vulgar y anodino comportamiento. Dichoso el, que todo lo puede. Sonríe en su interior viendo como el mundo gira sin cesar en su continuo devenir de las cosas, vislumbrando desde su pequeña atalaya escondida los rencores enfrentados, la infelicidad de los que nada desean, la incertidumbre con la que pasan sus horas esperando el silencio y encubrimiento de la oscuridad de la noche donde todos se creen ser iguales, pero envidiando tantas cosas inútiles que no les permiten disfrutar de la vida en si. ¡pobres diablos!.