sábado, 10 de mayo de 2014

Los vestigios de la vida

Amor y vida que se abren al desencanto
pareciéndose más a un río desbordado y sin costumbres
donde hacemos un intenso ejercicio de desnudez del alma
para escribir aquello de lo que no se hablar
reduciendo mi voz y mis gestos a los mudos espacios
que representan lo que soy, lo que transmito,
ser la fijación de un anhelo fugaz e indeleble
para recogerme en tí, sin mirar ni pensar en nadie,
y seguirte cuando partas con la maquina de tus entusiasmos
con firmes y potentes alas liberadoras.
Sentirme protegido por ese sol que late con vida propia
aunque su muerte repetida todos los días
no nos impida gozar de su diaria existencia,
abrigar la esperanza de no ser hijo de la llama del infierno
ni mis pensamientos ser el regalo de una sola noche infinita
pues una vida también infinita, por mis poros alienta mi destino
como el leño muerto que la llama resucita.
Quiero vivir, vivir con energía y sosiego
no repetir las cuatro estaciones inadvertidamente
ni tener ojos que solo miran las cosas por el hecho de recordarlas
formar parte mi ser de mi propia vida
sin esperar el resultado de un molde propuesto como ensayo
pues como el agua nunca tendrá la calidad del vino
mis miedos serán tan solo mios y mi mundo
sera la faz que yo le imprima, como hombre destinado
pues así lo quise, a forjar mi propia existencia.
Quiero ser ese hombre que se levanta ilusionado
capaz de inspirar un mundo nuevo
con todas las cosas corrientes y cotidianas
sentir la hermosa libertad de poder ser yo mismo
si bien el aroma que huela no sea de ahora
al ser un perfume quieto en mi memoria
que me permita tender un poco a soñar
aunque al despertar y mire mi propia vela
se que un día ya no estaré.
Te miro, te indago, te señalo, no te quito los ojos
aunque tu se que también me los echas
como en un gran duelo de miradas y deseos repentinos
para lograr ser dueños absolutos
del suntuosos reino de la vida y evitar las sombras remotas
que en ocasiones acuden en busca de comprension.
Tu rostro es quien mantiene el recuerdo, inmóvil y fresco,
en mis ojos y en mi mente, para no caer
en la sima negra de las traiciones y hacer sonar
augurios sibilinos que presagien promesas de martirio.
Desgarremos los olores de las flores prisioneras
pongamos destellos blancos sobre nuestro corazón
busquemos por los senderos la pasión del amor
que me restañen las heridas sufridas por algún rencor,
dejando mi alma para grandes conquistas
olvidando la tirante sombra del ocaso triste
que ensombrece los crepúsculos humanos
y que la atención que tu me prestes
sea un rocío de paz para mis sangrantes heridas
y partamos hacia esos caminos que juntos abriremos
pues tu tienes las llaves de las moradas
donde mi amor quedo atrapado en el pasado.