Soledad y decrepitud, el tiempo que viene a mostrarnos
nuestra desnudez falsamente vestida y a enseñarnos a aceptar y amar la vida
tal y como se nos presenta en la madurez de nuestra existencia
para cuestionarnos todas esas creencias arraigadas en el hombre
y rebatirlas a la vista del resultado conseguido.
Hemos de enseñar al hombre a vivir prescindiendo de ellas
resistir a todos los impulsos benevolentes y ejercer la dureza propia
en defensa tanto de uno mismo como ante los demás,
experimentar la necesidad de comunicar a otros
la sabiduría que la propia vida le ha dado pero que también adquirió
en sus largos años de soledad, de incomprensión y de rechazo
donde una mezcla de temor y de deseo le acompaña a su necesidad
de retirarse de ese mundo que le es hostil para no trabar un lucha.
Abandonado por todos se situa ante una terrible alternativa:
o se supera a si mismo dando luz a un nuevo hombre
o retorna a su estado de dejadez u desidia que le precedio,
por lo que sera su forma de afrontar la vida lo que despierte el entusiasmo
esa nueva vida que ha de vivirla del modo que la desee volver a vivir
sin hacerse el fuerte por aceptar todo lo que la vida contiene
sino negando todo aquello que le pueda trabar el progreso deseado.