miércoles, 28 de mayo de 2014

Lo que queda en la vida

El tiempo se recoge al final de la vida del hombre, 
desarrollando lo eterno y duradero en las propias entrañas de la existencia
donde ya nada se desea y donde la voluntad descansa
en el lecho de las almas ya arrugadas por el dolor
y enfermas y abatidas de querer y amar sin esperanza alguna
allí donde la noche cae en su declive llevándome al despertar
donde me volverá la congoja al volver a ser tan solo un hombre.
Esperamos que ese pasado por el que lloramos
nos de el consuelo por todo lo perdido en el eterno ayer
para emprender el vuelo que nunca llegará a su destino
pues siempre quedara dentro de nosotros el sol eterno de las almas vivas.
Observaremos la hermosa luna solitaria en la estrellada noche
para sus rayos como una suave lumbre etérea
nos guíen en las noches de este mundo oscuro y en tinieblas
para ungirnos con la esperanza recia de un mundo eterno
sintiendo en los propios huesos el riesgo que reclama la propia vida
y quedarnos como ese guardián que nunca duerme
en esa campiña que son los sueños anhelados.
Pasearemos en ese corral de muertos hechos con el mismo barro
con el que un día nos dio la vida allá en el edén
y en la desierta soledad del camposanto entre sordos cipreses
quedaran nuestros restos bajo la cruz que señale nuestra existencia.
Pero ¿donde acaban los mundos en los que todos en silencio,
solitarios, miramos a través del cielo el final de nuestro sendero?
¿que amores imposibles nos esconde y aguarda el abismo?
Todos somos la familia que se entiende intercambiando pesares y sentires
que presienten los destinos agoreros en sus lazos de quietud
como cadena que permanece augusta símbolo del anhelo permanente
de la sed y el amor nunca encontrado ni saciado
mientras observamos el cielo estrellado bordado de bellos enigmas
de cuya eternidad es nuestro silencio prenda eterna.
No volvamos nunca la vista atrás al caminar
sino fijemos la vista en el horizonte
para ver lo que nos queda de camino
dejemos el occidente de nuestra cuna
e iluminemos nuestra marcha hacia delante
dejando el alma olvidada y las ficciones
pensemos tan solo en las humanas creaciones
que guían la senda de la existencia.
Quisiera que la brisa me empujase y me llevase
sin obligarme nunca el camino a seguir
observando la vida sin pretensión ninguna
tan solo a veces un beso y un nombre de mujer.
Mi voluntad murió una noche de luna llena
en que soñaba sin pensar ni querer
tan solo de vez en cuando un recuerdo generoso
que al hacerlo presente jamas ha de volver.