El ser humano ha tenido un objetivo primordial desde que los primeros pensadores de las antiguas civilizaciones dedicaron la mayor de su tiempo a la contemplación de la naturaleza y a reflexionar sobre la mida y su existencia y razón de ser en la misma. Fuimos adquiriendo conciencia de nosotros mismos, en eso que con posterioridad llamamos autoconsciencia, para considerarnos seres superiores o al menos colocarnos en la cumbre de la escala jerárquica del mundo que llamamos animal. Y esa presunta superioridad se basa en las capacidades intelectuales que nos dio la propia vida y que en la antigüedad creían nos aproximaban a los dioses. Entre todos los animales nos hemos encumbrado como una especie de entidad superior, que nos distancia de la naturaleza animal y nos transporta a una nueva dimensión, para vivir en un mundo onirico, casi virtual, y despegados de la realidad para acercarnos a un mejor conocimiento de nuestra naturaleza humana y dejarnos atrás la rémora de esa soberbia que nos amenaza, no obstante progresando, y a pasos agigantados, más si bien la tecnología se socializa con enorme rapidez , el conocimiento puro y específicos queda aún restringido a un número muy reducido de