Día de Navidad. Levantarse tarde, día tranquilo y pausado; leer un buen libro en compañia de una buena pipa, envolverte con su humo y transportarte a través de su lectura a esos mundos fantásticos e imaginarios donde damos rienda suelta a toda nuestra imaginación, formando parte de esa historia, que su creador pareció pensar en uno de nosotros cuando escribió ese libro que tenemos en nustras manos, que lo acariciamos y sentimos como formando parte de nuestra existencia.
Como relata el título de una película ya antigua -¡que bello es vivir!- y compartir nuestras emociones y pensamientos, nuestros anhelos y recuerdos, con todos aquellos que quieran ser merecedores de ello, y sepan apreciar lo que es la amistad y el cariño, el formar parte de nuestro universo más intimo; las puertas están abiertas, tan solo hay que querer y desear traspasarlas, sin mirar atrás, dejando el pesado lastre del equipaje de lo ya vivido y sufrido, también disfrutado, para adquirir un nuevo bagaje con el que poder enfrentarnos al futuro, tan incierto como deseado.
Miremos al frente, con la cabeza bien alta, oteando el horizonte de la esperanza, pero juntos en feliz armonía.
Como relata el título de una película ya antigua -¡que bello es vivir!- y compartir nuestras emociones y pensamientos, nuestros anhelos y recuerdos, con todos aquellos que quieran ser merecedores de ello, y sepan apreciar lo que es la amistad y el cariño, el formar parte de nuestro universo más intimo; las puertas están abiertas, tan solo hay que querer y desear traspasarlas, sin mirar atrás, dejando el pesado lastre del equipaje de lo ya vivido y sufrido, también disfrutado, para adquirir un nuevo bagaje con el que poder enfrentarnos al futuro, tan incierto como deseado.
Miremos al frente, con la cabeza bien alta, oteando el horizonte de la esperanza, pero juntos en feliz armonía.