De nuevo afloran sensaciones latentes casi en el olvido que no hacen otra cosa sino alimentar los sentimientos dispersados por el camino del recuerdo, corriendo el riesgo de perderse sin poder haberse manifestado en toda su plenitud.
Decadencia de una vida inacabada por no ser resuelta de manera que pudiese haber llenado el vacío de una existencia plena pero inconformista, que de otra forma hubiese podido haber resultado ser un cúmulo de experiencias vitales que complementarán una vida cargada de emociones que se quedaron en la penumbra del camino que nunca se pudo recorrer.
En en estos momentos cuando uno hace recuento de los momentos pasados en los que pudo ser lo que uno hubiese deseado pero que fueron frenados por ese adaptarse al momento que la propia vida requería, pero que de en otras circunstancias se hubiesen presentado de forma más racional y personal, sin que por ello hubiese influido de forma menos positiva que en la forma que vieron la luz.
¿De qué modo la vida nos ofrece la manera de ser nosotros mismos, libres de toda atadura a los condicionamientos que modulan nuestra existencia? Queremos y amamos de la forma y manera que se espera de nosotros, pero el corazón cuántas veces nos solicita permiso de forma inconsciente pero reconocible para actuar en contra de toda previsibilidad, simplemente para poder ser nosotros mismos sin caer en las garras de la indiferencia y apatía ante la propia vida.
Pero seamos sinceros sobre todo con nosotros mismos, sin engañarnos con falsas pretensiones ante los demás, y actuemos como deseamos en todo momento sin pensar en las consecuencias de nuestros propios hechos, pues ello nos permitirá ser no sólo más felices si no más auténticos, lo cual permitirá a los demás percibirnos en toda nuestra plenitud, sin ataduras ni convencionalismos, para de esta manera ser no sólo más felices sino también más fieles con nuestras propias convicciones y forma de ver la vida.
Queremos ser identificables de manera tan obvia que en la mayoría de las ocasiones resultamos ser personajes grotescos cuando no quijotescos, siendo conscientes de que ello no nos conduce a ninguna parte ni nos aporta nada positivo a nuestra existencia, pero hay un punto de cobardia o tal vez de indiferencia en nuestro devenir que nos impide enfrentarnos a todo aquello que aún sabiendo no estamos de acuerdo ni en consonancia con ello, somos conscientes de que nos impide evolucionar de forma positiva relegando nos a meros espectadores de nuestra propia vida.
Y en el amor tal vez sea donde más se nota la presencia de nuestra impotencia y desidia ante nuestra propia realización, ya no sólo como personas si no como hombres y mujeres en los que la razón vence al corazón sin visos de poder cambiar para favorecer los deseos más ocultos y personales que están ocultos de forma callada dentro de un corazón gélido que no permite su propia autonomía con respecto a poder manifestarse de la forma deseada y no de esa manera autómata que rige las relaciones con todos aquellos que nos rodean.
Ver para creer, o tal ve sería mejor decir vivir para subsistir, porque vivir así no es sino pasar sin pena ni gloria por nuestra historia vital sin el reconociendo que es el más importante, que no es otro que el de nosotros mismos. Queremos y deseamos amar con todas nuestras formas, expresar nuestros sentimientos de la forma que tan solo nosotros de forma individual sabemos hacerlo, de esa manera que tan solo es reconocible por nosotros mismos pero que es lo suficiente para colmarnos de la felicidad a la que todos aspiramos en el paso breve e irrepetible que es la propia vida; dejamos tantas emociones sin manifestar, tantos sueños sin realizar, tantas vivencias sin cumplir, que al final del camino solo llevamos en la mochila de la vejez la carga de los deseos frustrados, insatisfechos hasta con los propios recuerdos pues ellos nos mantienen vivos en la memoria todo aquello que deseamos y pudimos ser pero que no se culminaron por las trabas que la vida en sí misma nos pone en el camino.
Pero a pesar de todo seguimos adelante y luchamos por sobrevivir en este mundo de incomprendidos en el que somos uno más perdidos y disipados entre la penumbra de la vida, como sombras desdibujadas intentando pasar de la forma más desapercibida que podamos para no sentirnos relegados a meros espectadores sin poder formar parte del teatro de la vida, y así no frustrarnos y al final engañarnos pensando que a los demás también les ha ocurrido lo mismo por no actuar tampoco de forma mínimamente diferente a la nuestra.
Pobre consuelo es ese, aunque al menos algo queda.