Como el guerrero tras una ardua batalla se merece su descanso, así todos y cada uno de nosotros y sin excepción necesitamos de una u otra forma un momento de relajación y de dejarnos llevar por el camino de la ensoñación al acabar la jornada para recargarnos de energía y poder afrontar un nuevo día.
Sentado en un porche viendo el ocaso del sol, con un vaso de agua cristalina en una mano y una buena pipa en la otra saboreando el aroma que desprende depués de encenderla con sosiego sabiendo que uno tiene entre sus dedos una obra maestra, un trozo de madera virgen, recogida de las entrañas de la tierra pra darle esa forma con la que uno se identifica cuando la ve. Oliendo el frescor del viento y los aromas de la madre naturaleza, dejando volar la imaginación pensando tan solo en cuanto de forma totalmente espontanea nos llega a la mente, y disfrutando de todos nuestros sentidos hasta lo más profundo de nuestro ser.