
¡Hay de nosotros que no somos conscientes de nuestro propio poder y valía! Cuantas veces nos infravaloramos en el día a día y dejamos pasar tantos trenes de vida y esperanza que nos hubieran colmado de felicidad o al menos nos hubiesen llenado el profundo pozo de la tristeza y el desengaño. Colmemos pues de esperanza nuestra propia senda, por la cual nada ni nadie nos indicará nuestro camino a seguir; ha de ser decisión nuestra y solo nuestra, así nunca podremos evadirnos de nuestros aciertos o errores y no echaremos la culpa de nuestro infortunio a nada ni nadie.
Que se abra de una vez por todas la ventana de la esperanza y de los anhelos, que no sufra más nuestro cansado y aterrado corazón, que aún le queda mucho por vivir, disfrutar y también, por que no, soñar con un mundo mejor, colmado de felicidad y de esperanza.